—¡Alto! ¡A mí la Guardia! —dijo el vendedor, al apercibirse de cómo un ratero mermaba sus existencias.
—De acuerdo, ¡prendedlo! —respondió el sargento, señalando al vendedor.
Un soldado de rasete se encogió de hombros y activó una varita de incineración, reduciendo al pobre vendedor a un montón de ascuas humeantes. El ratero aprovechó para llevarse la caja de caudales. Al fin y al cabo, iba a necesitar un nuevo dueño.
Ay, la Guardia… Buena gente. De vez en cuando te topas con algún que otro cabezatroll, pero eso no quita que haya divisiones y oficiales de lo más preparados y aptos. Al fin y al cabo hay un hueco para todo tipo de profesionales, ya que la Guardia se divide en multitud de unidades, brigadas y secciones.
Voy a aprovechar un alto el fuego en la escritura de mi próximo libro y hablaré de una de las muchísimas materias que me veo obligado a estudiar y definir para la construcción del nuevo entorno de Enor. En este caso se trata de las fuerzas del orden que existen en el país protagonista, Hyariban, y entre ellas está nuestra querida Guardia.
Quien se adentrara en el maravilloso mundo de Enor de la mano de Aevirae, descubriría en la Guardia a los mayores patanes que pudieran contratarse por una soldada y la promesa de dar rienda suelta a la mezquindad de sus corazones con total impunidad. Y el capitán de la Guardia Rostar era el más patán, el más mezquino, y un cuñado de manual. Además, contaba con el amor incondicional de su teniente, que no era capaz de ver la realidad de su mediocridad y siempre encontraba una razón para justificar sus estúpidas decisiones.
Sin embargo, Rostar es un personaje del primer siglo de la era tecnomágica de Enor. La Guardia de la ciudad de Slyndbar se encargaba de todas las tareas a través de sus divisiones. En aquel entonces los soldados y oficiales iban todos con un uniforme muy similar, que contaba con protecciones algo más ligeras que las antiguas armaduras de la Era del Equilibrio pero poca magia. Aquí te muestro las divisiones y un ejemplo de un juguete de los Capturadores: Sigue leyendo