Igualdad de Género en Mundos de Fantasía

«Ni machismo ni feminismo: ¡igualdad!»

Si esta es tu frase estrella, creo que deberías volver más tarde. Tómate tu tiempo.

No voy a hablar de lo que es el feminismo. No soy quién para hacerlo y a estas alturas me temo que quedan más pollaviejas que ignorantes. Sin embargo, no descarto crear un contenido mínimamente didáctico. Al fin y al cabo, en parte voy a hablar de lo que he aprendido. Y, tal vez, lo más importante es que no quiero que exista el feminismo. Sí. Has leído bien y creo que tengo buenas razones para ello. Me explico más abajo.

El pasado 8 de marzo fue la huelga feminista por el Día Internacional de la Mujer. Las imágenes hablaron por sí solas, fue un día increíble y quiero creer que ha sido el primero de algo mucho mayor, como una nueva etapa más radiante para nuestra sociedad.

Sin embargo, esto no es un clamor espontáneo, sino el resultado de una lucha constante. Hace diez años todos éramos un poco más machistas, quisiéramos o no; lo supiéramos o no. Siempre me he creído justo, que veía más allá de las apariencias al juzgar y que era inclusivo de palabra y acción. En efecto: en realidad era un ingenuo. Pero ¡eh!, la actitud era buena. Y en estos años he aprendido mucho gracias a eso y a toda la visibilidad que ha ido logrando el feminismo, que se ha hecho oír más claro y más fuerte que el ruido constante de sus detractores. También he aprendido a escuchar antes de entrar en el clásico «not all men» y, aunque puedo decir con alivio que no he caído en la mayoría de errores de quien no se cree machista, a día de hoy me avergüenzo de muchas de las cosas que he dicho o hecho en el pasado. Sin embargo, me alegro de todo lo que he aprendido y de que la sociedad evolucione. Y, por supuesto, esa evolución se ha ido reflejando en mi trabajo.

Cuando empecé a escribir Kelvalad era 1996 y, como adolescente, mi mundo era bastante nabocrático. ¿Resultado? Una novela de fantasía épica que pretendía jugar a algo distinto y que sin embargo cayó en trampas comunes. Cuando la publiqué en 2015 y lo anuncié en clase de baile, una niña estaba emocionada y, entre saltitos, me preguntaba: «¿Quién puedo ser?», a lo que se unió otra compañera. Solo había un personaje femenino destacable. Se me cayó el alma a los pies.

Lorindán es una centaura que lleva una teta al aire. Lo hice para normalizar el nudismo entre los centauros. Por eso, y porque era un adolescente pajillero.

 

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Escribe como si no hubiera mañana

¡Hola hermosos! ¡Este blog cumple un año! Siempre es motivo de orgullo y satisfacción ver tu blog pasar esa barrera psicológica, un meridiano que te hace echar la vista atrás y releer las primeras entradas, esnifar la ilusión que emanaban, poner cara de interesante, mirada intensa, y seguir trabajando.

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[Novela gratis]

Además, este blog nació a la par que publicaba mi primera novela «Kelvalad» en formato eBook. Así que tengo motivos para celebrar y voy a hacerlo regalando el libro electrónico durante 3 días. Aprovecha si aún no la has leído, del 3 al 5 de marzo, descargándola en Lektu y Amazon. Lo único que necesitarás es una cuenta en una de estas plataformas. Yo recomiendo Lektu, sobre todo si tu eReader no es Kindle y necesitas un ePUB. Ahí tienes varias opciones de formato, pero en Amazon tienes un AZW3/Mobi perfectamente funcional, en cualquier caso sin DRM. Para descargar de Lektu realizarías un pago social, que significa compartir en una red social que te llevas un libraco muy hermoso por tu avatar bonito. Solo pido algo a cambio por este regalo: cuando lo leas, acuérdate de dejar un comentario y tu voto. Por si no lo sabes, escribir ese libro ha sido la tarea más titánica a la que me haya enfrentado jamás, el fruto de un trabajo al que dediqué mi amor durante años. Traducido a din€uros, jamás alcanzaré una recompensa económica que haya satisfecho mis horas de imaginar, documentar, escribir, corregir y maquetar. Saber que hay gente ahí fuera que la ha disfrutado, no obstante, me pone muy contento. Esa alegría no paga mis facturas de la luz, pero inunda mi corazón de calor y me da combustible para seguir adelante. También mejora mi posicionamiento.

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Niño, eres mu pesao con tu Kelvalá, tu Kelvalá. Sigue leyendo

Booktrailer de Kelvalad

Con motivo del Encuentro de Autores Independientes que celebraremos este sábado 12 de diciembre a las 12h (en el restaurante El Rana Verde de Aranjuez), me decidí por fin a realizar el casi obligatorio «booktrailer» de la novela. Llevaba rondando la idea desde que lo publiqué y contemplé las opciones de promoción. Finalmente, he realizado una animación cortita para adaptarla al formato del encuentro.

Una vez más, un servidor vuelve a demostrar que la vida del autor «indie»es una aventura en la que cada día se te presenta una nueva tarea. Por favor, no contengas tu impulso inicial de agasajar el vídeo con unos ávidos clics en los iconos de corazones, pulgares hacia arriba o quintetos de estrella.

Encuentro de Autores Independientes de Aranjuez

Tengo muy buenas noticias. Ahora que ya hace tiempo de caldito, prepárate, porque me tendrás hasta en la sopa. Hace poco pudiste leer mi entrada en formato entrevista en el blog de David F. Cañaveral. Además, los chicos del podcast El D20 me entrevistaron para el programa, donde acabé revelando algunos secretos y anécdotas.

Pues bien, en las próximas semanas saldré en televisión, en lo que serán mis cinco minutos de fama. Ni más ni menos que en el programa «MiCapítulo24» de RTVE. Se podrá ver online y en la sección «A la carta» de televisión y radio. Es un programa que está empezando, donde entrevistan a escritores autoeditados y hablan de proyectos autofinanciados de cine, teatro y música. Se emite los domingos a las 22:45 horas.

Por último, se está cociendo otra entrevista en El Escarpelo, revista digital de información independiente de Aranjuez. De estos eventos hablaré más adelante. Hay uno muy importante que está en camino…

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«Unboxing» de mi sonrisa

Haces tu día a día con la cabeza bullente de ideas, meditando sobre el siguiente paso que vas a tomar, la siguiente puerta a la que llamar, agitando en la memoria la cortina de los días que tienes por delante en busca de una casilla libre en el calendario donde posicionar de nuevo tu cabeza, rastreando el día propicio para empezar de nuevo a escribir.

Y ahí me encuentro, insertados entre la cotidianidad, los momentos mágicos que llegan sin avisar para darte un tironcito en la fibra sensible. Intercalándose entre momentos de debilidad, cuando me siento abrumado por el esfuerzo de sostener lo que ya he creado, recibo el empuje y la calidez de los detalles que dan determinación a mi respuesta, cuando mi yo adolescente me pregunta si ha merecido la pena y le digo que sí.

Estos momentos son los que me brindan amigos y desconocidos, cuando a me hacen llegar un «unboxing» de mi libro. Un «unboxing» es, generalmente, un vídeo en el que se muestra cómo es un producto cuando lo abres. En mi caso, estoy acostumbrado a ver los «unboxing» de los juegos de mesa, donde se pueden ver el inserto, las fichas, cartas, el material, el espacio que sobra, etc. En este caso, me han mostrado mi libro y un trocito de sí mismos. A veces este «unboxing» es real, a veces metafórico. Sea como fuere, desde que empecé a mover mi libro me han llegado anécdotas leídas o escuchadas, vídeos y audios, y me han arrancado sonrisas con todas ellas.

Empezaré hablando de un amigo que lo compró a través de Amazon y que había esperado a la mañana siguiente para grabar un «unboxing», con la luz del día. Este amigo tiene una hija que no llegará a los 10 años y dice que le va a leer mi libro por las noches. Y claro, me deja tremuleando emocionado. Otra niña de su edad a lo mejor no, pero esta tiene papeletas para disfrutarla. Su padre pasó de ser un orco respetado en la comunidad del rol en vivo para convertirse en un vikingo que da hostias como panes en lucha libre. Esa niña va a romper corazones frikis.

Otro gran amigo, que durante semanas había esquivado hábilmente las referencias al libro y me tenía convencido de que no le interesaba en absoluto, nos envía por WhatsApp un vídeo en el que le acaba de llegar un paquete. Lo abre. Sí, ¡es de Amazon y es «Kelvalad»! Y aparece abriéndolo, entre gorgoritos insanos, con entusiasmo. El muy cabrón era considerado la última persona sobre la faz de la tierra que mantendría a salvo un secreto pero no solo me la había colado con eso, porque apareció sin avisar en mi presentación, viniendo desde Madrid a verme. ¡Cómo quiero a ese cabrón!

Tercer gran amigo que me sorprende. Me envía un audio al WhatsApp para compartir lo que él mismo denomina como «un momento histórico». Empieza a leer la historia de la «Espada Oscura». Me comenta sus impresiones sobre las primeras páginas y me manda un abrazo. Joder, algo como esto puede saborearse como quien degusta un buen vino. Y yo lo dejé reposar un rato, paladeándolo y sintiendo el calorcillo al pasar. Un «unboxing» en audio, dije, y me reí. La sorpresa no había acabado, porque a la mañana siguiente me enseñó un vídeo. Como el libro no tenía retractilado ni caja, había grabado no un «unboxing», sino un «unmochiling». Se había ido al césped a leer y me mostró cómo lo sacaba de la mochila, para después realizar la representación metafórica de un encuentro. Juntando mi libro con la web cargada en su movil, había procedido a presentarme a «El d20«, blog dedicado a fantasía, ciencia ficción, juegos de mesa y rol. Y el encuentro real, los tres juntos, fue después un verdadero placer.

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Más anécdotas, guiños, gestos, todos levantándome el ánimo a la par que las comisuras. Por un lado, mis compañeros más jóvenes de clase de claqué, fantasean con la portada para acabar pidiéndose los papeles protagonistas en la futura película de Kelvalad. Uno quiere ser el guerrero, otra la centaura. Una que no es ya precisamente una niña quiere un papel femenino malvado pero molón. Otra compañera, en campaña del eBook gratuito, dice que se espera a que el eBook vuelva a estar a 3€ para comprármelo. También me río cuando veo que mi profesor de inglés ha cambiado su imagen de perfil en WhatsApp, por la caricatura que le hice en la dedicatoria del libro. Y sé que me dejo algunas en el tintero, pero oye, todas ellas han sido un «unboxing» de mis sonrisas. Muchas gracias a todos.

Y por supuesto muchas gracias por ese detalle, Pablo. Tú sí que molas.

Y por supuesto muchas gracias por ese detalle, Pablo. Tú sí que molas.

Presentación oficial de la novela en Aranjuez

presentación y firma de libros

Bueno, pues por fin me estreno. Por una vez saldré de mi mazmorra para contarle a mis vecinos ribereños lo que van a encontrar en esta novela, cómo fue creada, qué tipo de animal soy (o la naturaleza del onzamono) y firmaré dedicatorias con dibujitos. Además, amenizaremos la charla con algunos fragmentos y recreaciones de la obra.

Llevaré ejemplares para vender, pero también podéis haceros con el vuestro a través de Amazon. Tardan de 3-4 días laborables y los gastos de envío son tan tristes que, en vez de llorar, te dan ganas de reír. Y si compras más de uno, los gastos de envío traspasan la barrera de lo triste para llegar al extremo opuesto de las risas, porque desaparecen.

El enlace está siempre en la columna de navegación de la derecha, en la parte superior —————>

También os puedo firmar el eReader, pero no me hago responsable de que luego no podáis leer en él.

Os espero, pues, en «La Espiral, espacio cultural», sita en c/ Abastos 94, bajando las escaleras. Jueves 7 de mayo, 19:30h.

La cápsula del tiempo

Una comparación muy recurrente cuando hablo de la experiencia de haber parido una novela a lo largo de casi 20 años, es que ha sido para mí como una cápsula del tiempo en la que hemos participado 3 autores muy parecidos, pero aportando lo mejor de cada uno. Esta tira es lo que mejor definiría esa sensación:

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Con 16 años es realmente difícil tener las herramientas necesarias para crear una buena novela, empezando por la experiencia para estructurar y expresar de forma escrita el maremágnum de ideas, hasta llegar al sentido crítico y la experiencia como lector que escribe. Mis ojos se fueron abriendo con los años, a medida que seguía escribiendo y leía con un ojo que iba educándose, fijándome en todos los elementos que componían magistralmente libros como «El Señor de los Anillos», «Un Mago de Terramar», «Elric de Melniboné»… Y por supuesto de otros géneros alejados de la fantasía. En casa lo llamamos «hacer sharingan».

Sin embargo, la vida a esa edad y hasta más adelante, es efervescente, apasionada, y existe una energía infinita con la que somos capaces de hacer cualquier cosa. Yo quería escribir, simplemente por el placer de canalizar de algún modo todo el universo que bullía en mi cabeza, y creo que hay pocas actividades que me hallan llenado tanto como escribir. Pero como rezaba el anuncio, «la potencia sin control no sirve de nada», y necesitaba enfocar. Había generado un entorno, unos personajes, un principio traumático, incluso expresiones de un lenguaje propio. Ahora necesitaba saber qué iba a suceder con todo aquello y no tuve problema alguno en darle una estructura clara.

Os contaré un secreto: «Kelvalad, la espada oscura», nació a partir de un videojuego que estuve haciendo, trasteando con una aplicación llamada «Click&Play» con la que era muy sencillo crear juegos simples. Así pues, escogí como personaje a un bárbaro que lanzaría hachas y decidí llamarle «Rúdrigar de Maraguil». Pero mi ordenador heredado venía con algo más que esa aplicación y pasaba la mayor parte del tiempo flipando con el Word. Sin limitaciones de tinta, papel, horarios ni necesidad de ocultar mis creaciones a los ojos de los curiosos, empecé a escribir lo que se me ocurría. Así empezó todo.

“Eran tierras de nadie, donde no había leyes establecidas que respetar o incumplir, donde la noche apenas se distinguía del día y las sombras arrastraban su eterno llanto oscuro (…).»

Necesitaba una historia y progresivamente fui adaptando una que había ideado para dibujar un cómic que yo sabía que me llevaría la vida entera. Bueno, tal vez habría tardado lo mismo en dibujarlo que en escribirlo, pero no quiero ni imaginar lo que habría significado «corregirlo» 15 años después. También necesitaba un malo al que echarle la culpa de todas las desgracias para poner su foto en la pared y tirar los dardos. Una vez más volví a recurrir a mis cómics y rescaté la figura de un personaje al que le tenía mucho cariño a pesar de su oscura naturaleza, y que me resultaba muy magnético. Luego di rienda suelta a mi pasión por los mitos, leyendas, Japón y los ninjas, criaturas mitológicas y, por supuesto, mi adoración por los dragones. Es una enfermedad de la que más o menos he ido consiguiendo una cura a base de hartazgo, ¡pero joder! ¡Es que los dragones son la oblea!

Pero pasaron los años y al fin pude dedicar las vacaciones a terminar de escribir el final. Incluso empecé a escribir una continuación que iba a consistir en una trilogía. Lo tenía claro: amaba escribir y quería escribir una novela detrás de otra. Corregí innúmeras veces, ilustré numerosos fragmentos y preparé una versión en papel, lista para ser enviada a editoriales. De pronto, cristalizó en mi cabeza lo que tanto tiempo había temido. Aquella novela no tenía lo necesario para ser considerada por una editorial, y sólo podrían leerla aquellas personas allegadas o que sentían curiosidad por los mundos que les presentaba de primera mano. Sabía que, para que esa novela fuera algo más que un ejercicio de iniciación personal, tendría que trabajar duramente en ella, y ya había dedicado demasiados años. Estaba muy cansado y quería seguir avanzando. Poco tiempo después, mi vida cambió y mi tiempo se vio monopolizado por la ilustración y el diseño. Había puesto toda la carne en ese asador y ya sólo podría escribir relatos cortos, cuentos o guiones para cómics. Todo lo que tuviera relación con la ilustración. Mis novelas murieron. O, al menos, permanecieron inconscientes hasta que lo que parece haber muerto es mi trabajo de ilustrador.

Curiosamente, mis tratos con las editoriales no habían sido como autor, sino como ilustrador. Durante años habíamos jugado, empresas y yo, a un juego de desgaste al que yo llamo «¿Te imaginas publicar? Pues sigue imaginando«. He perdido la cuenta de las veces que me llegaba una propuesta tan cojonuda que se me saltaban las lágrimas de la emoción, en la que invertía mi ilusión y sentía que mi carrera despegaría. Si no hubiera perdido la cuenta de las veces que eso sucedió, recordaría la cantidad de veces que, después, el proyecto era desestimado o no seguía adelante por el motivo que fuera. Más o menos el mismo número de veces. A todo esto, no ayudó en absoluto ni la crisis económica de las empresas y las personas, ni la crisis ética, de la que adolecía directamente el podrido mercado laboral. Sea como fuere, estaba llegando al límite y de pronto surgió la idea. Un amigo, Javier G. Valverde, había decidido hacer realidad su ilusión de escribir y publicar un libro que tenía bosquejado. Leyendo «La leyenda del bosque que nunca existió», recordé vívidamente cómo escribir había resultado tan gratificante para mí. La ilustración y el diseño me habían dado buenos momentos, pero los malos me habían herido de gravedad. Necesitaba volver a sentirme bien con lo que hacía. Decidí retomar la novela y darle las correcciones que necesitaba para sentirme orgulloso de ella, y todas esas ideas que ya no me sentía con fuerzas de dibujar, quiero darles la vida que se merecen, palabra por palabra.